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Según un informe de la FAO a mediados del anterior año, se tiene un gran problema de desnutrición crónica en la zona andina, principalmente debido a la pandemia, afectando sobre todo a niños de familias con escasos recursos. La cantidad estimada es en Ecuador de 406.000 niños, Colombia con 518.000 y Perú con 439.000. De hecho, en porcentajes, Ecuador es el segundo país de la región, solo superado por Guatemala en este indicador.
Las autoridades buscan mejorar la situación, pero debido al desempleo y a la precariedad de los trabajos que sobreviven, muchas familias se han visto forzadas a no poder alimentar a sus niños de la mejor manera posible. Aun cuando los gobiernos implementan ciertas medidas que ayudan como la entrega de tickets para recibir alimentos en cadenas de mercado, las medidas no son suficientes pues este mal aqueja más que nunca.
El impacto en la niñez es de gran calibre, en especial porque afecta a su crecimiento correcto, como evidencia se tiene una menor talla y masa muscular, además de incidir en su rendimiento académico e intelectual, que ya se ha visto mermado por la modalidad virtual extendida, con el cierre de las escuelas que sigue afectando a 4.5 millones de niños, niñas y adolescentes en Ecuador, y que no es la ideal para su edad.
La directora ejecutiva de la UNICEF afirma: “A lo largo de la pandemia de COVID-19 ha surgido el mito persistente de que los niños apenas resultan afectados por la enfermedad. Nada más lejos de la realidad” y es que los hogares en situación de extrema pobreza apenas pueden cubrir el 29% del costo de la canasta básica y 2.3 millones de personas podrían enfrentar inseguridad alimentaria.
La relación entre la educación y alimentación es estrecha. Por un lado muchos niños reciben desayunos y refrigerio en las instituciones educativas públicas, lo que suple las posibles deficiencias de una dieta pobre en vitaminas o no balanceada. Sin embargo, dado que esto no es posible en medio de una pandemia, los problemas persisten.
Los efectos a largo plazo de la falta de alimentos en la infancia están muy bien documentados. Estudios muestran que la deficiencia de hierro, que provoca anemia, impide el correcto aprendizaje y disminuye la capacidad de hacer esfuerzo. Por otro lado, la deficiencia de iodo en la niñez y en el embarazo, restringe el crecimiento y el desempeño intelectual.
El síndrome más grave es el llamado DCI (desnutrición crónica infantil). Un niño que sufre DCI tiene hasta un 40% menos de volumen cerebral. Estos niños no lograrán los estándares normales en su desarrollo. Tendrán mayor probabilidad de tener enfermedades como: infecciones, neumonía, diabetes e hipertensión. Cuando el retraso en el crecimiento es diagnosticado, no hay marcha atrás. Por eso se recomienda tomar medidas en los primeros 1.000 días, para prevenirlo.
En Yanapana, buscamos tomar acción a la llamada de las autoridades y organismos internacionales para luchar como sociedad contra la desnutrición crónica infantil, ayudando a una familia a la vez. Los niños afectados por DCI, lo están toda su vida, encuentran difícil su inserción en sus comunidades y en la búsqueda de empleo, todo por ser víctimas de tiempos difíciles cuando debían ser cuidados por todos nosotros.
